Si eres de esas personas afortunadas que tienes la oportunidad de estar en casa en estos tiempos de pandemia y encierro, seguramente ya habrás notado lo complejo que puede ser mantener una estabilidad emocional sin esa obligación de salir al mundo exterior.
Las opciones de entretenimiento se han reducido drásticamente. Ya no poder salir a pasear al parque, ir al cine o hasta cenar en los tacos de la esquina, cosas que dábamos por hecho y que hoy se han convertido en tan solo bonitos recuerdos.
Pero, ¿qué podemos hacer para aliviar un poco nuestra situación y poder sobrellevar estos tiempos de una mejor manera? La realidad es que muchas cosas… pero hay algo específico que con tan solo 15 minutos al día puede mejorar sustancialmente nuestra calidad de vida: meditar.
Cada vez es más común encontrar artículos o hasta aplicaciones que nos invitan a practicar la meditación mindfulness y que nos prometen el cielo y las estrellas con tan solo 15 minutos diarios. Y la realidad es que es casi tan simple como nos lo prometen.
Meditar no es es perderte en el subconsciente de los misterios del universo, tampoco es encontrar la llave secreta para levitar y elevar nuestro cosmos al infinito. Meditar es algo mucho más sencillo pero, sobre todo, práctico.
Meditar nos ayuda a desarrollar la capacidad de ser conscientes de lo que pensamos y lo que sentimos, es una técnica para mejorar nuestro autocontrol y reflexión. Es conocer y experimentar lo que sentimos en este momento, en el ahora, y no perdernos en nuestros pensamientos de “qué pasaría si…” o “si hubiera…”.
El sentarnos por 10-15 minutos en una posición cómoda, sin interrupciones y mentalizados en dedicar ese tiempo únicamente a observar lo que sentimos y pensamos, sin juzgar ni enredarse en esos pensamientos, es suficiente para mejorar nuestra calidad de vida.
Pero claro, como todo en la vida, al principio no es sencillo. Es muy, pero muy fácil dejarse llevar por nuestro tren de pensamiento: primero piensas en un vaso, luego en el jugo que había ahí dentro, luego en que ya casi se te acaba el jugo y tienes que ir al supermercado a comprar más, luego en que es peligroso ir a cualquier tienda en esta época de coronavirus, luego piensas en la piñata en forma de virus que te llegó en el chat de la familia, luego recuerdas que tienes planear la videollamada mensual con tías y primos… la cadena de pensamientos se vuelve infinita hasta que recuerdas que solo estabas sentada en tu sala intentando meditar y ya se te acabaron los 10 minutos.
Uno de los objetivos de la meditación mindfulness es justo desarrollar esa capacidad de no dejarse llevar por ese tren de pensamiento, de observar los pensamientos pero no juzgarlos, de no montarse en el tren y perder la noción del tiempo y de lo que queríamos hacer hace apenas unos momentos, y de ser conscientes de lo que sucede en nuestra mente, en este momento, ahora.
Lo bueno lleva tiempo y la meditación no es la excepción. Pienso que la analogía de que la meditación es el gimnasio de la mente es totalmente acertada. La primera vez que vas al gimnasio y haces 50 abdominales lo único que obtienes es un fuerte dolor muscular al día siguiente, pero de ninguna manera aparecen cuadritos en el abdomen.
Con la mente sucede lo mismo. Los primeros días parecería que nada surte efecto y que solo estuviste sentada en una silla perdiendo el tiempo. Pero mientras más constante eres, naturalmente comienzas a sentir los efectos de la meditación: te sientes más relajada, si bien siempre habrá situaciones estresantes, comenzarás a tener una actitud más positiva, menos aprensiva. Reaccionas menos y de una manera más calmada a los imprevistos. Comprendes mejor a las demás personas.
Meditar en estos tiempos de encierro, cuando todo parece que está de cabeza, que nada hace sentido y que hay una amenaza constante a un contagio, es, en mi opinión, uno de los mejores hábitos que podemos desarrollar. Es fundamental que seamos personas más serenas, que pensemos con la mente relajada y no nos dejemos llevar por la histeria que nos pueda provocar todo lo que está sucediendo en el mundo. Y lo mejor de todo, solo te lleva 15 minutos al día.
Por: Mauricio Devars
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