-Por Javier Guillen

Hasta hace algunos años las marcas más reconocidas en el mundo provenían de diferentes industrias: consumo masivo, entretenimiento, autos, telefonía, etc; sin embargo si revisamos las marcas más valiosas según Forbes en el 2018 (consulta el listado aquí: https://www.forbes.com/powerful-brands/list/#tab:rank) 5 de las 10 marcas más valiosas a nivel mundial, son empresas de tecnología y que además, en su gran mayoría, no existían hace menos de 20 años, en ese listado encontramos a: Google, Facebook, Amazon, Apple y Microsoft.

Este valor de marca se basa en muchos elementos que dichas empresas poseen, desde el valor de sus activos fijos (propiedades, máquinas, terrenos), sus patentes, pero principalmente en sus activos intangibles: la percepción que sus clientes tienen del valor de la marca, su capital intelectual (la cantidad de gente especializada con la que cuentan como colaboradores) y su capacidad de utilizar dicho capital intelectual.

Y es en estos dos últimos aspectos donde las empresas de tecnología comienzan a llamar fuertemente nuestra atención: su capacidad para la búsqueda y atracción de personas talentosas y la creación de un entorno adecuado para exploten al máximo sus capacidades, las convierten en un lugar sumamente atractivo para trabajar en ellas. Por eso que brindan a sus colaboradores condiciones de trabajo agradables y confortables, con lugares de descanso, rica comida en las instalaciones; sin horarios fijos y dando la libertad a sus empleados de asistir vestidos como mejor lo consideren, adicional a su un salario  acorde a sus competencias y experiencia así como participación en la propiedad de la empresa (con acciones), parecen hoy día ideas radicales y contrarias a la idea de ahorro en costos que muchas de las empresas, al menos en México, persiguen.

Para lograr lo anterior es necesaria una condición básica en el ADN de dichas empresas: aceptación del fracaso y capacidad de aprender de él. Esta simple característica es la base para que todos los beneficios enlistados anteriormente sean una inversión en lugar de un gasto y vuelvan a dichas empresas sumamente rentables. Gracias a su apertura ante la toma de riesgos, aprenden qué cosas no funcionan y avanzan mucho más rápido a encontrar aquellas que sí pueden agregar valor a sus clientes, pero lo más importante, la apertura ante el fracaso permite a las personas que trabajan ahí sentirse cómodas siendo humanos, pues la manera en que las personas evolucionamos, es a través del aprendizaje, y para aprender es necesario intentar cosas nuevas las cuales mayormente nos dan como resultado fracaso.

Por eso nos llaman tanto la atención las empresas de tecnología, porque nos permiten ser más humanos al tomar riesgos en pos de brindar soluciones a problemas reales y al mismo tiempo evolucionar aprendiendo de nuestros errores.


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