Home office como nueva opción global para trabajar, homeschooling, cubrebocas, zapatos en la entrada de millones de hogares, gel antibacterial, lavarse las manos repetidamente y desarrollar una nueva habilidad para saber, casi por instinto, cómo mantener una distancia de 1.5 metros con el resto de las personas. Estas son algunas de las medidas que han dado vida al concepto de nueva normalidad.
En estos días, el concepto de nueva normalidad se ha vuelto muy popular y es que, aunque no tenga una descripción como tal, es algo que todos entendemos como un intento de ordenar, de la mejor manera posible, la forma en la que interactuamos como sociedad y habitamos el planeta.
En un par de meses, el mundo ha tenido que adaptar la manera en la que realiza un sinfín de actividades y renunciar a otras muchas muy arraigadas como saludarnos con beso y abrazo, viajar, compartir, salir a correr al aire libre y reunirse para las comidas de los domingos en familia.
De alguna manera, hemos esperado que nuestros cuerpos se programen y acostumbren automáticamente para obedecer estas nuevas órdenes que nos mantendrán seguros.
Hace unos días, escuchaba a alguien cuestionarse sobre la falta de compromiso de algunas personas para mantenerse en casa, por tener tan poca resiliencia para aceptar esta nueva normalidad, y es cierto, hace falta cuidarse más, pero la otra realidad es que la pandemia no tiene nada de normal.
Estamos viviendo, posiblemente, la anormalidad más grande de la historia de la humanidad y eso nos ha llevado a replantear el concepto de lo que es normal y, en el camino, hemos hecho de la crisis una nueva forma de normalidad.
Poco sorprenden ya los conflictos entre potencias mundiales, el comportamiento errático de la bolsa y las empresas declarándose en quiebra. Hemos normalizado también el estrés, la depresión y la ansiedad, sentimientos que vienen implícitos con la incertidumbre hacia lo desconocido, el encierro y la falta de estabilidad.
Estoy convencida que la mayoría de las personas que están leyendo han tenido al menos dos miedos: perder su trabajo y perder a algún ser querido, dos cosas que tampoco esperábamos que llegarán a formar parte de una normalidad generalizada, de esta nueva normalidad.
Otro de los grandes cuestionamientos es qué pasará a medida que comencemos a salir de la pandemia. Quizá comenzaremos a olvidar todas las lecciones que aprendimos durante este periodo de aislamiento y, entonces, volveremos a la normalidad de antes, a la que estamos habituados.
No todo lo que hemos vivido los últimos meses es malo, también hemos visto al mundo mostrar su solidaridad y cooperación en muchos sentidos y el planeta está tomando un respiro de su habitante más letal: nosotros.
Sin duda, esta nueva normalidad, nos ha llevado a replantearnos qué papel queremos jugar en la vida, la huella que queremos dejar y cómo podemos convertirnos en mejores personas, más allá de tener una mejor higiene.
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